La comunicación ambiental permite a la ciudadanía obtener la información básica y, también, aprender a buscar más datos para entender mejor lo que sucede en el medio ambiente. Así cada persona puede decidir cómo se implica para protegerlo. Nos referimos a cambios en hábitos y actitudes que impactan en el entorno, sobre todo en lo relativo al consumo. Nuestra forma de consumir es uno de los puntos que debemos transformar para llegar a ser una sociedad sostenible.
Entendemos la labor de educar como enseñar a quienes no tienen determinada información. En esta línea, la comunicación ambiental no es más que transmitir —desde un punto de vista especializado— información sobre medio ambiente a personas que desconocen esas materias. Entonces, ¿comunicación o educación? ¿Educación o comunicación? Van totalmente de la mano.
Esto explica que la gente más joven sea muy consciente de la problemática medioambiental. Han recibido información desde los primeros años —tanto en casa como en el colegio— acerca del calentamiento global, sus consecuencias y cómo podemos mitigarlas.
Con la comunicación y la educación ambiental se forma a personas con sentido crítico, participativas e involucradas en lo que sucede en su entorno. Facilitan la toma de decisiones y el paso a la acción, imprescindible para detener el deterioro del planeta.
Es decir, la comunicación ambiental va mucho más allá de la simple difusión de contenidos relacionados con el medio ambiente. Tiene el mismo objetivo que la educación ambiental, al que se suman una función divulgativa, concienciadora y transformadora.
La SBDA en este sentido diseña planes de comunicación, estrategias de sensibilización, campañas, marketing y branding ambiental, para la promoción posicionamiento de los valores ambientales y servicios que prestan las áreas protegidas.